
Sobre mí
Soy una mujer polifacética, curiosa, creativa, dinámica y, sobre todo, orientada al servicio.
Me motiva participar en escenarios diversos con diferentes desafíos que atender a diario y trabajar con personas, lo cual enriquece mi alma.
Mi mente tiende a la resolución de problemas desde una vertiente creativa e intuitiva. A lo largo de mi experiencia como profesional, he desarrollado una gran capacidad de escucha y de empatía. Como comunicadora que soy, disfruto mucho al compartir mis conocimientos sobre el autocuidado y regulación del sistema nervioso desde lo orgánico hasta lo espiritual. Acompañar a las personas en el camino hacia unos hábitos de vida más saludables es mi motor y mi propósito.

Mi camino hasta aquí
IMANI significa FE en swahili. Ese ha sido el motor para materializar este proyecto personal. Un camino largo, de mucho autoconocimiento y una profunda superación personal.
Desde muy pequeña, recuerdo haber sentido mi sistema nervioso siempre en alerta. Las noches estaban llenas de terrores nocturnos y me angustiaba fácilmente cuando algo me asustaba o no entendía.
Crecí en una época en la que hablar de emociones o mostrarse vulnerable no era común. Sufrí bullying desde los siete años y, cuando lo compartía, las respuestas solían ser “ponte contenta, no hagas caso” o “no digas eso, que eres una niña”. En casa, mi padre casi siempre estaba ausente, y cuando estaba, no parecía realmente presente.
Aprendí pronto a reprimir mis emociones, a no molestar, a no pedir, a complacer. A los siete años ya sentía el peso de una responsabilidad que no me correspondía: cuidar de mis hermanos mientras mis padres trabajaban. Vivíamos en un entorno donde la violencia y la tensión eran parte del día a día, y eso me convirtió en una niña hipervigilante y sobreexigente.
Mi madre, una mujer incansable, trabajaba sin parar para sostenernos, pero su agotamiento y el desequilibrio familiar reforzaron en mí un modelo de esfuerzo constante, sin espacio para sentir. Desarrollé una voz interior muy crítica, esa impostora que no me dejaba ser y me mantenía en un estado de culpa y parálisis.
Con el tiempo, ese patrón se extendió a mis relaciones. Elegí vínculos en los que repetía el mismo dolor aprendido: el de no sentirme suficiente, el de callar para no perder. Sin embargo, también encontré refugio: en mis amigas, en mis estudios, en la música, en el inglés… y más tarde, en la terapia.
A los 22 años, la pérdida de mi primer bebé marcó un antes y un después. Fue un duelo silenciado durante once años, pero finalmente me llevó al camino de la sanación. A los 23 fui mamá de nuevo, y más adelante, tras una separación difícil, decidí empezar de cero con mi hijo pequeño. Inicié terapia, volví al baile, al movimiento, y descubrí la medicina natural, el reiki, las flores de Bach y el poder del cuerpo para sanar.
Conocí a mi esposo en esa etapa de transformación. Su presencia fue como un remanso de calma. Sin saberlo, estaba experimentando lo que significa un apego seguro: esa base que repara lo que fue herido. Juntos construimos una nueva vida, y con el tiempo formamos una familia.
Ya viviendo en España, el nacimiento y la breve vida de nuestro hijo menor, que nos acompañó solo 13 días, volvió a abrirme en canal… pero esta vez desde un lugar diferente: el de la conciencia. Ese nuevo duelo me llevó a profundizar en mi propio proceso y a formarme para acompañar a otros en los suyos. Incluso escribí una novela sobre mi experiencia sanando el duelo perinatal.
Hoy, miro hacia atrás y reconozco con gratitud todo el camino recorrido. He aprendido a regular mi sistema nervioso desde lo físico, lo emocional, lo mental y lo espiritual. Todo lo que comparto con los demás primero lo he experimentado en mí.
Sanar no es un proceso rápido ni sencillo. Requiere valor, compromiso y una profunda confianza en que otra forma de vivir es posible. A veces duele, a veces da miedo… pero el resultado vale cada paso.
Hoy me siento libre, auténtica y en paz. Ya no espero disculpas, porque elegí hacerme justicia amándome. Dejo ir cada día para vivir más liviana y permitir que la niña que fui —y que sigue viva dentro de mí— se exprese con alegría, creatividad y espontaneidad.
He ganado mi vida de vuelta. Y eso, para mí, es amor propio en su máxima expresión.
Te doy la bienvenida a IMANI.
Priscilla
LA OPINIÓN DE NUESTROS CLIENTES
Tratar con Priscilla es estar en un entorno tranquilo y de paz, en el que poder hablar, ser tu misma y fluir. Las sesiones de reiki me han ido muy bien, cuando fui la primera vez estaba en una época oscura de mi vida. Pero, poco a poco, fue limpiando y yo sanando. Qué decir, es una persona vitamina que ya forma parte de mi vida.
Priscilla no sólo me ha aconsejado desde la alimentación consciente, sino que hemos complementado con sesiones de reiki y flores de Bach. Más allá de los aspectos profesionales, rescato su empatía, su escucha libre de juicios y su calidez humana. He descubierto mucho de mí en este camino que estamos recorriendo juntas y no tengo más que palabras de agradecimiento. Sé que no estoy sola.
Conocer a Priscilla ha sido mágico en mi vida. El primer encuentro fue una sesión de reiki, más tarde, una lectura de registros y una limpieza energética. Ví cambiar mi energía hasta experimentar un gran desbloqueo de chakras, logrando sentirme plena en mi vida. A partir de ahí, el proceso se ha convertido en una aventura: me he formado en lectura de registros akáshicos y me acompaña en cualquier cuestión. Realmente un placer haberte conocido. Mil gracias eternas, eres puro corazón.
Realicé una sesión de reiki con Priscilla y me encantó. Salí con una sensación de alegría y de bienestar muy placentera. El reiki que practica Priscilla es distinto, ya que hay contacto y, tras la sesión, te ofrece una explicación de lo que ha sentido con sus manos, haciéndote reflexionar e integrar el conocimiento en tu conciencia. A nivel físico, también noté un alivio de mis molestias. Lo recomiendo 100%.
Antes de encontrar a Pris defraudada de hacer dietas tan horrorosas… Adelgazaba y volvía a engordar, hinchada y, últimamente, ya no me encontraba bien, me dolían mucho las piernas. Mi marido estaba preocupado por mi poca movilidad, por lo que lo comentó con una psicóloga. Ella le recomendó que probara con Priscilla. Estoy encantada, no pensé nunca que me iría tan bien, ahora estoy más optimista con ganas de hacer cosas. Gracias a ti, Pris.
